Primera parte: LA NICOTINA.
Todas las drogas, legales o ilegales, producen adicción en personas susceptibles y pueden ser consumidas prácticamente sin peligro por otras personas que, por algún motivo que todavía no conocemos, no tienen tendencia a las adicciones.
Sin embargo, si el consumo continua, el riesgo de volverse adicto aumenta exponencialmente y todas producen alteraciones en los órganos internos de los seres humanos principalmente porque se incorporan en los procesos metabólicos «normales» alterándolos y haciendo que la persona dependa de la droga.
Con mucho, la droga más consumida es la «NICOTINA» contenida en el tabaco principalmente. Según la Organización Mundial de la Salud existen en el mundo unos 1300 millones de fumadores y cada día, 100 mil jóvenes menores de 18 años (de los cuales 80% viven en países en desarrollo) comienzan a fumar. De esos jóvenes el 56% son mujeres y solamente la mitad continuará con el vicio ya que la otra mitad lo dejará antes de un año de haber iniciado.
Pero «¿QUÉ HACE LA NICOTINA EN NUESTRO CUERPO?» y por qué nos volvemos adictos?
Efectos de la nicotina
La nicotina es un alcaloide derivado de la ornitina que se encuentra en las plantas del genero Nicotiana sp, o sea en el tabaco de cualquier tipo, fundamentalmente.
Los efectos de la nicotina en el hombre dependen de la dosis, pudiendo comportarse como un estimulante o como un bloqueante de la transmisión nerviosa ganglionar. Como estimulante produce un aumento de la atención, mejora la memoria y disminuye la irritabilidad.
Debido a su capacidad de adicción y tolerancia – o sea que el fumador va necesitando cantidades mayores para satisfacer sus necesidades corporales – la persona llega a necesitar mantener niveles sanguíneos de nicotina casi permanentes y, cuando estos niveles disminuyen, se siente la necesidad de fumar nuevamente.
Si esta necesidad no se satisface, se pueden llegar a desarrollar estados de irritabilidad, nerviosismo, falta de concentración, etc. Normalmente estos efectos remiten volviendo a fumar. Los fumadores afirman que fumar les tranquiliza, pero, sin menospreciar los efectos directos de la nicotina, lo que en realidad ocurre es que «no fumar» los irrita, o sea que tienen la necesidad de fumar para que sus procesos metabólicos en los que la nicotina se ha incorporado, necesitan de la droga.
La «dosis» de tabaco que se requiere va a variar de acuerdo a la persona y al tiempo que tiene de fumar.
Todas las drogas, legales e ilegales, producen alteraciones en las personas y no exclusivamente cambios en la personalidad sino a los órganos internos de los seres humanos y sus conexiones internas o sea principalmente en las NEURONAS o células nerviosas distribuidas en el cerebro, la médula espinal y el sistema digestivo o circulatorio, principalmente.
Aunque la nicotina puede ingresar al cuerpo a través de la piel o de las membranas mucosas de la nariz o la boca, la mayoría de las personas ingieren nicotina cuando fuman cigarrillos. Fumar cigarrillos permite el ingreso de esta sustancia en los pulmones, los cuales están llenos de capilares y sacos de aire llamados alveolos que permiten el paso directo de esta sustancia a la sangre, pudiéndose detectar niveles altos de nicotina, menos de 10 segundos después de inhalar el humo del tabaco.
Normalmente, estos alveolos se encargan de intercambiar oxígeno con dióxido de carbono y nitrógeno cuando respiramos. Una vez que el humo del cigarrillo se inhala hacia los pulmones, la nicotina se traslada a través de los alveolos hacia el torrente sanguíneo y en tan solo quince segundos se transporta a lo largo del cuerpo y llega al cerebro.
La nicotina actúa sobre las neuronas que existen por millones en el cerebro pero también más de 400 millones de ellas en el aparato digestivo y otra cantidad en otros órganos. Las neuronas son las células que transfieren la información a lo largo de todo el sistema nervioso; entre dos neuronas se produce la sinapsis por la que se transmite electricidad por medio de «NEURO-TRANSMISORES» o sea pequeñísimas barcazas que se cargan de electricidad de un lado y sueltan la misma al lado contrario de la sinapsis.
Cuando una neurona libera un neurotransmisor este se une a la siguiente neurona en la «cadena» y pone en marcha la respuesta de nuestro cuerpo como mover un músculo, hacer que el intestino avance su contenido, que una arteria se contraiga o que se liberen hormonas.
La nicotina se adhiere a un subconjunto de neuronas que trabajan por medio del neurotransmisor llamado acetilcolina y la bloquea no permitiendo que transmita los mensajes que tienen que ver con el movimiento muscular y el nivel de energía del cuerpo.
Cuando la nicotina bloquea a estos receptores, el cuerpo libera más acetilcolina en un intento de eliminar el bloqueo y esa cantidad adicional provoca que el cerebro libere otro tipo de neurotransmisor, la dopamina, que controla, entre muchas otras cosas, los centros del placer y la saciedad del cerebro.
Los niveles de acetilcolina hacen que el individuo esté más alerta pero el aumento de la dopamina produce que la persona se sienta relajada. Sin embargo, estos dos no son los únicos efectos de la nicotina, ya que el alto nivel de acetilcolina provoca la liberación de endorfinas y glutamato. Las endorfinas producen una sensación de felicidad y el glutamato está involucrado en la creación de la memoria, toma imágenes espontáneas de todo el proceso que ocurre en ese momento y las asocia con sensaciones agradables que estimulan el uso continuo de la sustancia, lo cual se convierte, en última instancia, en adicción.